Lo que aprendí en el curso de guión.

En el 2012, antes de escribir El Heraldo del Caos y de recibir el tan esperado contrato para publicar, me apunté a un curso de guión audiovisual, pensando, pobre de mí, que podría ganarme la vida escribiendo guiones para televisión.


En un principio, parecía una idea razonablemente aceptable. Soy muy bueno inventando historias, y son relatos mucho más originales de lo que se ve hoy en día en televisión. Ingenuamente, estaba convencido de que podría crear alguna serie o telefilm de género...
En un primer momento, me recordaron lo más fundamental en cualquier relato, que tienen tres partes; el principio, el desarrollo, y el final. Cuando profundizaron en este aspecto, me di cuenta de que mis historias tenían esta estructura, y que están  mucho mejor escritas de lo que suponía. Incluso presentan sus cambios de giros.
No obstante, aprendí otra cosa más dolorosa, el motivo por el que cada vez se emite menos ciencia ficción por televisión, al menos, aquí en España. Los productores están convencidos de que no se ve esta programación.
Me parecía incomprensible, hasta que entendí cómo se miden las audiencias. Resulta ser que hay cierta empresa que se dedica a colocar audímetros, unos aparatitos muy parecidos a los recientes adaptadores a la TDT, que además vienen con un mando a distancia muy especial. Con estos dos aparatos, la empresa que suministra el audímetro, puede saber qué canales se ven más, a qué horas, y cuáles son los miembros de la familia que están viendo la televisión.


Ahora bien, hay demasiados televisores en este país y no hay audímetros para todos. Entonces, la propia empresa se dedica a hacer un muestreo, y suelen elegir hogares habitados por familias de tipo medio (hijos, padres, abuelos... ). Y con esta muestra, se hace luego un sesgo, una estimación de la población.
Es decir, que cuando por los viernes por la noche, yo estaba viendo Stargate Universe, según la empresa de los audímetros, yo estaba viendo Luar, el programa de variedades de la cadena autonómica...
Claro está que resultaría prohibitivo poner audímetros en todas las casas. Además de que la empresa se gastaría un dineral, se podría tomar como un atentando contra la intimidad de nuestros hogares. Sin embargo, esta selección de muestras nos hace llegar a una amarga conclusión.
Según las empresas que miden la audiencia, nosotros, los frikis, ¡no existimos!
Ya veía imposible que se emitiera la nueva serie de Battlestar Galactica en abierto por televisión.
Comprendí entonces porque no se hace ciencia ficción en España. Ninguna productora quiere correr el riesgo de invertir en productos de género. Y como consecuencia, se termina por hacer series clónicas, siempre lo mismo, siempre lo mismo, siempre lo mismo...
Y la dichosa crisis económica de por entonces, agravaba el problema, por lo que las cadenas prefieren invertir en programas de tertulias con más de cuatro horas de duración.
Y de ahí, la disparidad existente entre los datos de las audiencias y los datos de taquilla. Porque yo, cuando voy al cine, la mayoría de las veces termino en la sala más grande, viendo una película que termina por resultar ser la más taquillera de la semana. Eso significa que mis gustos son del montón y que mis relatos conectan con el gran público, diga lo que diga un experto en audiencias.
Así que como tenía claro que no me iban a valorar mis ideas en el mundo de la televisión, decidí limitarme a terminar el curso y escribir novelas para mi gente, los frikis, que estamos hartos de ver siempre lo mismo, que tenemos curiosidad por ver cosas nuevas, aprender, y vivir grandes aventuras a través de nuestra imaginación.


Otra cosa que aprendí en el curso de guion fue el concepto de rentabilidad, que lo que el guionista escriba tiene que ser un proyecto que además de ser viable, tiene que generar beneficios a las productoras. O en otras palabras, que un guionista en España, tiene que saber de antemano lo que costaría (en valor monetario), llevar su proyecto a la pantalla.
O en otras palabras, en España (como no existe una industria audiovisual), los guionistas estamos obligados a ser contables.
Cuando me enteré de esta problemática, me quedé estupefacto. Me pregunté si Roberto Orci, guionista de Transformers, entre otros, tuvo que enfrentarse a este problema, si a Spielberg le rechazaban los primeros borradores porque decían que era demasiado caro...
Pero allí, en Hollywood, al existir una industria del entretenimiento, los guionistas novatos no se enfrentan con este problema. Pueden llenar sus escritos de toda clase de seres fantásticos sin correr el riesgo de que sus guiones sean rechazados porque no parecen rentables.
Es más, en España, un guionista que quiere presentar su proyecto a una productora, tiene que ser él mismo el que se encargue de ello. A diferencia de Hollywood, aquí no existe la figura del representante del guionista, que se encarga de estos asuntos (que por otra parte, tiene su lógica, pues por naturaleza, los escritores tendemos a ser personas cohibidas e introvertidas).
Y además, como aquí no hay industria, las productoras asumen que tampoco hay directores competentes (de esos que resuelven todos los problemas que surgen durante un rodaje) y, por lo tanto, los guionistas que ya están contratados, tienen que estar disponibles durante la realización del proyecto, pues se les pide que hagan cambios en el guion para solventar algún imprevisto que surgiese durante el rodaje.


Con este panorama, vi claro por qué la producción en España es de carácter clónico. Cada vez que aparece un guionista con ganas de innovar, de hacer algo nuevo, de crear cierta industria, se desprecia su trabajo, al considerarlo poco rentable, o no es valorado por culpa de una presentación pésima, o en última instancia, se modifica por culpa de una dirección incompetente.
Por estos motivos, decidí dedicarme a la escritura de novelas, porque al parecer, aunque reboso de imaginación, mis proyectos no son rentables y, por lo tanto, a mí me resulta más rentable ser escritor de novelas que de guiones.
Ah, y por cierto, para que me resulte rentable, necesitaré lectores.
Lean mis novelas. No se arrepentirán.

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