El escritor feriante.

Es la primera vez en mi vida que no estoy vendiendo aire. El libro en formato de papel es real. Está ahí, se puede tocar, saborear el aroma de la tinta impresa en sus páginas. No obstante, creía que lo más difícil que tendría que hacer, era encontrar un editor que se dignase a publicar El Heraldo del Caos.


Porque una vez que lo conseguí, me enfrenté con el mismo problema que tengo con mis publicaciones en formato digital; ¿cómo vender mi libro?
A a la vez que estaba organizando firmas de libros en Santiago de Compostela, con la intención de atraer nuevos lectores, me llegó una oferta de Ediciones Atlantis para que representase mi libro en la Feria del Libro de Madrid (2016). Y yo acepté encantado, sobre todo teniendo en cuenta la fría (por no decir inexistente), acogida que los compostelanos hicieron en las dos sesiones anteriores de firma de mi primer libro.
Cuando llegué allí y me enfrenté a esas filas kilométricas de casetas y a esa aplastante densidad de población de lectores, di por sentado que hice bien en viajar ese día a Madrid. Al menos allí, estaría a la vista de todos. Incluso anunciaban mi presencia por megafonía. Vaticiné que al menos conseguiría hacer unos cinco nuevos lectores.
Y de hecho, hay gente que se acercó, curiosa por la portada de mi libro. Un tío que llevaba a Bender, el robot de Futurama, en su camiseta, reconoció la nave de la portada, e incluso recitó en voz baja el título, como si estuviera haciendo memoria. Pero cuando me vio allí, se limitó a sonreír y se fue de allí, buscando otras ofertas.
Quizás, en vez de decirle Hola, tenía que haber dicho Hola, cacho carne, emulando a Bender, para que se interesase por mi obra.


Luego, también se acercó un chaval de unos 13 años, que ni corto ni perezoso, cogió uno de  los ejemplares a la venta y lo revisó, pasando las páginas. Pero a pesar de que le enseñé la ilustración que un servidor  regalaba con la venta de cada ejemplar, y de quedar alucinado con ella, tampoco se animó a comprar.


Y por alguna extraña razón, la gente me preguntaba por libros de informática, tomándome no por un escritor, sino por uno de los dependientes habituales de esa caseta.
Si al final conseguí obtener un par de nuevos lectores, fue gracias a la paradoja filosófica del Dilema del Prisionero, que apliqué cuando compré los libros de los dos compañeros escritores de la editorial, con los que compartimos caseta.


Fue así como me agencie los libros de Álvaro Moreno Setién y de Daniel L-Serrano Páez. Advenimiento Relatos de la Gran Guerra, de los que hablo en sendas entradas anteriores.


Con estas compras, además de comprobar por qué nos pusieron juntos (ya que las lecturas de las tres obras se complementan entre ellas), conseguí hacer un par de nuevos lectores.


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El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra... ¿O no?
Así que al año siguiente, 2017, volví a la Feria del Libro de Madrid.


En esta ocasión, lo peor de ir a la Feria del Libro de Madrid, no fue que coincidió con una agobiante oleada de calor, ni que no venga nadie que desee una firma tuya...
Lo peor de ir a la Feria del Libro fue... ¡LIDIAR CON LA M-30!


Ahora bien, ese año, con El Observador, la experiencia fue mucho más satisfactoria que con El Heraldo del Caos. Quizá, el mayor inconveniente vino dado por la citada oleada de calor. Acudí desde Galicia, pasando de los 20 y tantos grados a los 34. En un principio, las altas temperaturas no deberían haber supuesto ningún problema para mí, pues prefiero mil veces pasar calor que frío. Pero he detectado que las altas temperaturas influyeron en las visitas y en la firma de libros. Estuve durante una hora y media en una caseta que quedó iluminado por un sol que pegó fuerte, con guantes de boxeo y todo, durante los primeros 60 minutos. Transcurrido ese tiempo, al ver que prácticamente todo el mundo pasaba por delante sin apenas detenerse, decidí aplicar, de nuevo, el truco del Dilema del Prisionero con Luisa Fernanda Barón Cuello, la escritora con la que compartí caseta y que estaba firmando ejemplares de su última novela Lo vi en sus ojos.


Fue a partir de entonces, en esa última media hora, con el avance las sombras de la tarde y refrescar por fin el ambiente, cuando las visitas llegaron en masa a la caseta.
La reacción general era la misma en todos los visitantes. Miraban mi libro, les llamaba la atención la portada y tomaban un ejemplar para leer la contraportada. Muchos llegaron a manosearme el mismo ejemplar, y yo, con la intención de animarlos a que se llevaran un libro a casa, después de que leyeran la contraportada, les enseñaba la ilustración que acompaña estas líneas, indicándoles que así empieza la novela de "El Observador".


Aunque conseguí interesarlos en mi obra, ninguno de los que vieron mi dibujo (y magrearon el libro) quiso dignarse a que le firmase un ejemplar. Sin embargo, estoy seguro de que sembré en sus almas una inquietante semilla. Quizás adquirirán el libro por alguna otra vía, al recordar a la mujer que recibe inquietantes mensajes de advertencia a través de su móvil, y preguntarse qué fue de ella...
Pero de repente, sucedió el milagro. Una lectora se acercó y magreó el libro, al igual que muchos otros. Yo estaba dispuesto enseñarle la ilustración cuando ella me preguntó; ¿Me lo firmas?
¡Fue la mayor alegría de toda la tarde! ¡Por fin, una persona que no conocía de nada, quería que le firmase un libro mío! Me puse tan contento, que ni siquiera me acordé de preguntar cómo sabía ella de mí. De hecho, a pesar de escribir su nombre, hoy en día no soy capaz de acordarme de cómo se llama.


No obstante, mi tiempo de estancia era limitado. Tuvimos que irnos para ceder la caseta a Vicente Verdú Arias y a Gorka Pera Seijo (de los cuales, conseguí sendos ejemplares de El elegido de los Oscuros, y de Los supervivientes del Arca). Y me fui con la sensación de que si hubiera permanecido otra hora y media más firmando libros, habría atraído a muchos más lectores, aunque solamente sea para sobarme el libro.


En definitiva, que mi segunda visita a la Feria del Libro de Madrid fue satisfactoria, porque por lo menos, he sido visible ante posibles futuros lectores.


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En el tercer año, 2018, volví a la Feria del Libro de Madrid, para firmar ejemplares de La Odisea de Tashiko.


En esta ocasión, compartí caseta con un muy ilusionado JL Goikotxeta, el autor de Crónicas de Shámsala. Y su compañía fue muy grata, caldeando el ambiente frío de esa jornada tan poco productiva; era la mañana del primer día de la feria y todavía hacía frío, lo que no contribuye a que hubiese una excesiva afluencia de lectores potenciales. Así que fue la ocasión en donde hubo menos visitas.
Y eso que había traído ejemplares viejos de El Heraldo del Caos y de El Observador, para regalarlos junto con las primeras unidades vendidas de La odisea de Tashiko.


De nuevo, usé el truco del Dilema del Prisionero con mi compañero de caseta, adquiriendo un ejemplar de su novela. Me correspondió enseguida, comprando uno de mis libros, Y como se había pasado una hora charlando, declarando que le encantaba leer libros gordos, le entregué los dos primeros títulos que había traído para regalar.


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Es posible que la última y cuarta visita que hice a la Feria del Libro de Madrid, haya sido la más provechosa de todas.
En las tres anteriores ocasiones en las que participé, fue para intentar vender mis libros firmados, encargándose Ediciones Atlantis de facilitar la caseta en la que exponerme. En el 2019, no tendría que haber ido, pues no he sido invitado por la editorial, a pesar de que ya había publicado mi cuarta novela, La colonia infernal.


Pero de todas maneras, decidí ir por mi cuenta para ver a mi colega JL Goikoetxeta, que estaba firmando ejemplares de la segunda entrega de su obra Crónicas de Shámsala. Y acudí allí porque sé lo triste que es ser un autor que va a esta feria para firmar, y que pase tanta gente por delante de ti, sin que le hagan ni el menor caso. En otras palabras, que este año fui con el pretexto de apoyar a mi contacto de Bilbao.


Aunque claro que también tenía que aprovechar el viaje. Ir desde Santiago de Compostela hasta Madrid cansa lo suyo, aunque en esta ocasión lo hice a bordo de un tren de RENFE. Son algo más de cinco horas de viaje. Así que invertí ese tiempo para terminar de leer el libro de Daniel Páez Serrano "Canichu", El frío que nos acoge mientras los robots caminan entre los humanos y otros relatos. Me ayudó a hacer entretenido el trayecto hacia Madrid.


Y una vez que encontré el chiringuito asignado a Goikoetxeta, le pedí que me firmase el ejemplar de La sombra del reino que a principios de año había adquirido en la librería Follas Novas de Santiago de Compostela. También quise aprovechar ese viaje a Madrid para regalar ejemplares que me sobran de El Observador y de La odisea de Tashiko, a cambio de adquirir libros firmados de otros autores que estaban firmando en la misma caseta.


Así conseguí leer Pretéritas imperfectas, de Itziar López y Noelia Pastor, San Quintín, de José Javier Esparza, y El silencio de Clara Lyndon, de Elene Lizarralde.



La lástima fue no haber llevado uno de mis viejos tebeos de Mortadelo y Filemón, para que me lo firmase Francisco Ibáñez, o no haber tenido paciencia para formar parte de la kilométrica cola que se congregó delante de Miguel Ángel Revilla. Pero nunca antes había visto tanto famoso y conocido junto, lo que debió de venirle bien a Goikoetxeta.
Y también fue allí, cuando el bilbaíno me habló de David Lee Libros, un youtuber que se dedica a subir vídeos en donde habla de los libros que ha leído. Así que cuando volví a Galicia y me puse a leer los libros adquiridos, también contacté con el tal David a través de twitter. Me dijo que si le enviaba un ejemplar de mi último libro, me haría una reseña.
Y bien, meses después, aquí está el resultado, con el que cierro esta entrada de mis accidentadas vivencias como escritor feriante:

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