Lo "normal" tras el Covid-19.

Ya es bien sabido que esta pandemia nos ha trastocado los esquemas. Y es que nos estamos enfrentando con un organismo nuevo. Ergo, todos los días tenemos que asimilar novedades científicas, a medida que los doctores van observando nueva sintomatología en los distintos pacientes. Ya sea la aparición de lesiones cutáneas en niños y asintomáticos, como los que despiertan del coma con la piel negra, o pasando por la certeza, que se está estableciendo, de que el patógeno del Covid-19, a pesar de ser un organismo que se contagia por el aire y entra en el cuerpo a través de las vías respiratorias, está actuando en la sangre de los enfermos más graves, causando trombosis. Porque al parecer, cuando este patógeno produce la muerte, es a consecuencia de una reacción exagerada del sistema inmunitario del enfermo, lo que provoca, entre otras dolencias, la coagulación de la sangre y la aparición de trombos a lo largo y ancho del sistema circulatorio del paciente, que es lo que lleva el enfermo a la muerte.
Y es que estamos siendo testigos de una avalancha de datos tan grande, que tratan de describirnos esta enfermedad y que nos permite delimitar cuál es el tratamiento apropiado para cada paciente, que el ciudadano de la calle (o mejor dicho, el confinado en su casa), no es capaz de salir de su asombro. Y si a todo ello, añadimos que llevamos semanas encerrados para cortar la cadena de contagios, el ciudadano de la calle (el confinado), ya ha adquirido una nueva percepción de la realidad, de lo que es normal, y de lo que no lo es.


Ya hablé del concepto de normalidad en una entrada anterior, cuando dije que para mucha gente, lo normal es coger el avión y patearse medio mundo. Pero ahora mismo, nos estamos enfrentando a un organismo que no trata igual a todo el mundo. Sus síntomas varían de una persona a otra según la edad, y su sintomatología es tan variada, que empiezan a parecer creíbles las hipótesis más exóticas, por no decir disparatadas. Y ya no hablo de que el virus hijop**a se haya escapado de ese laboratorio situado a unos cientos de metros del mercado de humedad de Wuhan, el foco oficial de esta enfermedad, sino lo de que este bicho llegó a la Tierra en un meteorito que se impactó en Wuhan en octubre de 2019...
...
¿¿¿Lo cuálo???
O sea, que estamos sufriendo una invasión alienígena...
¿¿¿En serio???
De pronto, me he acordado de La amenaza de Andrómeda, un relato de Michael Crichton (sí, el mismo autor que el de Parque Jurásico), en el que un grupo de científicos intenta impedir que un microorganismo proveniente del espacio exterior provoque una pandemia mortal en la Tierra. Podría sonar a disparate para el común de los mortales, pero hasta principios del 2020, casi todas las películas de temática epidémica eran de ciencia ficción; hoy en día, han pasado a engrosar el género de dramas.
Y yo me lo creería, si no fuera porque hay científicos que afirman que el virus hijop**a desciende de un patógeno que se cría en murciélagos. Pero claro, todavía no sabemos cómo pasó del murciélago al ser humano, qué animal fue el vector de transmisión que contagió al ser humano. Y hasta que se identifique este animal, no se descartará lo de la fuga del laboratorio, o lo de la intervención de algún microorganismo o elemento que llegó a la Tierra subido en ese meteorito.
Y tampoco me creo que el virus hijop**a sea tan nuevo como dicen. Ya pasó antes algo parecido con el Yersinia pestis, la bacteria que provoca la Peste Negra, o Peste Bubónica. Este microorganismo había permanecido aletargado en África hasta que la erupción de un volcán en Sudamérica cubrió la atmósfera de la Tierra con una capa de ceniza. Este fenómeno hizo que las temperaturas bajasen, lo que a su vez, sacó a la Yersinia Pestis de su letargo y permitió su expansión fuera del continente africano. Era un mal bicho que proliferaba en el sistema digestivo de pulgas, que parasitaban ratas, que viajaban de polizones en barcos de mercaderes, que comerciaban por toda Europa...
Así que creo que ha pasado algo parecido con el Covid-19. Su patógeno no salió de la nada. Ya existía antes de ser descubierto. Vivía en una jungla, como parte del arsenal del que dispone la Naturaleza, para defenderse de la deforestación y de otras acciones dañinas del ser humano. Y por otra parte, este mismo virus no habría causado tantos estragos en anteriores épocas de la humanidad. Hoy en día, la población está muy envejecida; es muy probable que esta enfermedad pase desapercibida en poblaciones en donde apenas hay individuos ancianos.
Ahora bien, que si al final se demuestra que el mencionado meteorito tuvo algo que ver en la génesis del Covid-19, significaría que todo lo que cuento en La odisea de Tashiko es de verdad. Y cuando por fin salga a la calle, además de guardar la distancia de seguridad con los demás, también vigilaré de que no me ataque un velocirraptor, escapado de algún parque temático de dinosaurios.

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