El patógeno del Covid-19 y compañía.

Es curioso cómo funciona la mente humana. Normalmente, la gente no quiere saber nada de ciencia, sobre todo cuando se trata de temas y conceptos que poco tienen que ver con la vida cotidiana.
Pero en estos días, en el que un insignificante microorganismo nos mantiene a todos confinados, está matando a tanta gente, y pone en jaque la economía mundial, de repente, todo el mundo está interesado en saber qué es un coronavirus y cómo se elimina.
No es un fenómeno que me resulta desconocido. De hecho, es un recurso que utilizo en mis novelas; cuando las vidas de los protagonistas están en peligro, el lector está más atento al relato, y asimila mejor los datos científicos que voy soltando, conceptos que son necesarios entender para comprender la resolución de la historia de turno.
Así que soy testigo de cómo todos (y me refiero al ciudadano de a pie, no a los expertos) nos estamos informando a marchas forzadas sobre la existencia del Sars-Cov-2, que así se llama el patógeno que produce la enfermedad del Covid-19. Nos están instruyendo en todos los aspectos que nos pueden afectar, conceptos como el de tiempo de incubación y  tasa de letalidad y tasa de contagio y síntomas y paciente asintomático y febrícula y PCR e inmunoglobulina y mascarilla quirúrgica y solución hidroalcohólica...
¿O es que alguno de ustedes ya sabía qué era un coronavirus antes de que saltasen las primeras noticias en China?
Entiendo que la gente quiera saber más sobre este nuevo patógeno. Pero como ya he dicho, la gente solamente se interesa por la ciencia, cuando les va la vida en ello. Todavía está muy instalada en nuestra sociedad la idea de que la Ciencia es algo oscuro, casi brujeril, que se da en apartados laboratorios en tinieblas, y entendida por tipos que no tienen novia. O en otras palabras, que saber de ciencia es algo inútil, a no ser que estés buscando un buen puesto de trabajo (que se atrevan a decírselo a los sanitarios mal pagados y mal equipados que estos días están demostrando lo que valen).
Y lo peor de todo, es que se está afianzando cierta ideología micrófoba que ya existía de antes en esta sociedad sustentada por la ciencia y la tecnología, en donde nadie sabe de ciencia y tecnología. Hablo de esa idea de que los microorganismos existen para producirnos enfermedades; que todos son patógenos dañinos.
Y no es así. Si bien es cierto que los primeros microbiólogos empezaron a estudiarlos porque algunos microbios nos producen enfermedades, la aplastante verdad es que una inmensa mayoría es inocua al ser humano. Incluso los hay que son amigos nuestros, o indispensables para el ecosistema. Una prueba de ello lo constituyen las bacterias que intervienen en el ciclo del nitrógeno.
Y este ciclo de la materia no es el único en el que intervienen microorganismos. Son bacterias que, si llegan a desaparecer, tendríamos graves problemas para nutrirnos de las plantas y de los animales.
Por no hablar de los viejos amigos, que así llaman los alergólogos a los microorganismos que crecen en ambientes campestres, y que fueron desterrados del ambiente urbano a base de aplicar desinfectantes en cualquier superficie. Estos seres son inocuos para el ser humano, pero el contacto con ellos permite que nuestro sistema inmunológico se entrene, lo que impide que mas tarde surjan alergias. Por esta razón, se recomienda que los niños pequeños, los que son urbanitas, vayan a jugar al campo, para prevenir el desarrollo de futuras alergias en ellos (los niños que juegan en el campo tienen que ensuciarse).
También están las bacterias que viven en nuestros intestinos, participando en la correcta digestión de nuestros alimentos. Incluso las hay que realizan fermentaciones alcohólicas, indispensables para la síntesis de vino o de cerveza...
Y a todo esto, ¿en dónde encaja los virus? Poco se sabe del origen evolutivo de los virus, que recordemos, solamente se reproducen y están obligados a parasitar una célula para tomar prestada su cadena enzimática de replicación. De hecho, ni siquiera los considero seres vivos. Pero creo que los virus son para las bacterias, lo que los robots para los seres humanos. Es decir, que han surgido para contribuir a la herencia horizontal que se da entre las bacterias, para compartir información génica entre ellas. A saber cuántos virus existen y que son vitales para el desarrollo evolutivo de la especie humana. Pero la Selección Natural puede ser muy puñetera, y a veces, surge algún virus que al parasitar-reproducirse, puede provocar daños en el organismo parasitado. Son patógenos, son pocos, pero son los que dan mala fama a los demás microorganismos, que forman una inmensa, inocua, aplastante, necesaria e imprescindible mayoría.
De todas maneras, hasta que se sintetice la vacuna para prevenir el Covid-19, tendremos que seguir siendo micrófobos, y desconfiar de cualquier superficie que esté sin desinfectar.

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