Reseña "El buen vasallo".
El legado del Cid; así se podría haber titulado El buen vasallo, la novela de Francisco Narla y publicada por Grijalbo. Es un libro que intenta arrojar algo de luz sobre la figura del hijo del Cid Campeador, cuyo único dato histórico existente hace referencia a su muerte en la batalla de Consuegra, bajo las órdenes del rey Alfonso. De facto, la novela empieza con este hecho histórico, en donde dos hombres del Cid reaccionan ante la muerte de Diego Díaz de Vivar, preguntándose cómo le van a dar esta noticia a su legendario progenitor.
A partir de aquí se desarrollan las dos tramas de esta novela, que se van narrando en paralelo. En una de ellas, se cuenta el accidentado viaje de un misterioso yesero apodado el Gallego, que es identificado por un juglar como antiguo soldado que había trabajado para el Cid. Es una travesía que tiene lugar en la primera década del siglo XII, años después del mencionado asedio de Consuegra.
Asimismo, en el segundo relato se desarrollan las vivencias de juventud de Diego, el hijo del Cid, durante los últimos años del siglo XI, alrededor de una década antes del incidente de Consuegra. En esta trama se describe cómo Diego va creciendo como militar , y persona, bajo la sombra de su imponente padre, acompañando al Cid en sus diferentes campañas castrenses. Narla nos narra algunas de las hazañas del Cid como invencible líder militar, de paso que profundiza en su vida familiar, sin escatimar en detalles hirientes en su descripción de las diferentes batallas.
Ambas tramas, la del yesero Gallego y la del joven Diego, se desarrollan paralelamente a lo largo del libro, entrelazándose la vida de fugitivo y de prisión del primero, con las sucesivas campañas militares del segundo. Ambas historias derivan hasta coincidir en una Valencia convulsionada por las batallas y asedios de la época de la Reconquista, en donde juega cierta importancia la existencia de un misterioso tesoro moro, guardado en alguna parte de la ciudad levantina.
Para ser sinceros, la lectura de este libro no me ha resultado muy grata, al menos al principio, porque el autor echa mano al vocabulario medieval y es muy profuso en metáforas. Son expresiones del estilo de el juglar canta con su vihuela sobre mesnadas que desnudan sus hierros. Por consiguiente, la lectura de este libro requiere la total atención del lector, sobre todo, para situarse geográficamente en la historia al principio de cada capítulo, o advertir sobre qué perspectiva en tercera persona se está contando el relato de turno. No obstante, conseguí habituarme para seguir las distintas tramas, logrando leer de corrido en las últimas doscientas páginas de este libro de más de setecientas.
Pero, a pesar de todo, la lectura de este libro ha sido un experiencia enriquecedora. Narla carece de escrúpulos a la hora de describir los infectos escenarios de los campos de batalla, las mazmorras y las ciudades sitiadas; aunque lo más seguro es que se halla quedado corto. También deja entrever que parte del éxito de las campañas del Cid se debe a su conocimiento del medio ambiente. Es algo que se insinúa cuando el Cid se aprovecha de una gota fría para cargar contra un campamento de almorávides que sitiaba la ciudad de Valencia. Y también hay un par de episodios que me gustaron gratamente, como la de esa travesura juvenil de Diego con el camello salido, o cuando el yesero Gallego se gana de manera espontánea la amistad de uno de los lebreles que le persiguen.
No puedo terminar esta reseña sin mencionar los apéndices añadidos al final del libro, un cuaderno de notas, en donde el autor nos desvela las licencias literarias que se ha tomado y sus fuentes de información y bibliográficas, y unos mapas de la Península Ibérica, el levante valenciano y la ciudad de Valencia durante el siglo XI, que ayudan a entender mejor el desarrollo de ambas tramas. Pongo especial énfasis en el apartado del cuaderno de notas, porque es aquí donde más he aprendido, para mayor comprensión de algunos de los hechos descritos en la novela. Que, por cierto, también se cuenta que los mejores amigos del Cid son musulmanes, y sus peores enemigos, cristianos; lo que denota que el periodo de la Reconquista no estaba tan polarizado como mucha gente de hoy en día está empeñada en creer.
Así que ya lo saben, si les gusta la narrativa histórica o, simplemente, quieren averiguar algo más sobre la figura del Cid, lean El buen vasallo, escrito por Francisco Narla y publicado por Giraldo.
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