El escritor confinado.

Hoy toca contaros cómo he estado (o estoy) llevando este periodo de confinamiento, debido a la emergencia sanitaria provocada por el maldito Covid-19.
Si han leído uno de mis blogs anteriores, ya sabréis que cuando escribo, primero lo hago en una libreta, para luego pasarlo al ordenador. Lo cierto es que me dedico a escribir en papel durante la mayor parte del año, y hubiera estado bien que coincidiese el actual periodo de confinamiento con esta fase de mi trabajo y proceso creativo.
Pero el destino no está carente de cierta ironía. Porque esta agresión global que estamos sufriendo ha tenido que manifestarse justo cuando iniciaba los preparativos para la presentación de mi quinta novela, La estación de los condenados.


De hecho, estaba aprovechando la preparación de esta presentación en mi localidad natal, para imponerme, voluntariamente, una cuarentena preventiva. Porque llevo con este encierro no desde el fatídico viernes 13 de marzo, sino desde carnavales, finales de febrero. He dejado de estar en mi lugar de trabajo de Compostela para quedarme a vivir en la aldea, porque, primero, estaba preparando la mencionada presentación, y segundo y de paso, evitaba las aglomeraciones de Santiago, cortando así con la cadena de contagio cuya red se estaba extendiendo por todo el mundo.
Así que he asistido, y asisto, a este drama epidémico desde la aldea en la que me crié. La única vez que rompí esta cuarentena autoimpuesta, fue el día 6 de marzo, una semana antes del dichoso Real Decreto, para visitar el local en donde se iba a celebrar la presentación unas tres semanas después. Fui allí para promocionarme, asistiendo a la presentación del último libro de poemas de Diego QS, un autor afincado en Vigo. Y que conste que acudí allí tomando todas las precauciones posibles, excepto la de llevar puesta una mascarilla (todavía no se recomendaba como hoy). Me lavé las manos antes de salir de casa, y las volví a lavar cuando volví de allí. También me abstuve de entrar en contacto físico con cualquier asistente. Que por cierto, en ese día 6 de marzo (recuerdo, una semana antes del confinamiento oficial en España), ninguno de los asistentes tenía miedo de pillar el Covid-19, porque todos se saludaban con abrazos y besos en ambas mejillas. De hecho, yo fui el único que se presentó al poeta sin chocar la mano con él, a pesar de que me la ofreció. Me limité a hacerle el saludo hinduista, el de las manos juntas, y creo que el tal Diego entendió por qué me comportaba así, sin tomarlo como una falta de educación.
El caso es que la presentación del libro de Diego QS fue productiva, porque conseguí interesar y encontrar unos cuantos lectores nuevos para que volvieran al mismo local unas semanas después. No obstante, todas las repercusiones de las interacciones sociales de esa noche se fueron a la porra a la semana siguiente, en ese fatídico viernes 13. Y para más inri, el jueves anterior (día 12), se imprimieron los primeros ejemplares de La estación de los condenados, que eran los que, en un principio, iba a vender en la dichosa presentación del día 27, que al final tuve que aplazar indefinidamente.
Así que ahora estoy con esos libros bajo mi custodia y aguardando a que la pandemia se vaya de paseo de una p**a vez. Espero poder organizar la presentación cuando se pueda, pero ya me veo detrás de una mesa, firmando libros, con una mascarilla puesta, y no sé si será en el local de mi pueblo natal, o tendré que volver a recurrir al recinto de Follas Novas de Compostela. Y esa es otra, no tiene sentido que organice esta nueva presentación, si todavía estamos en plena desescalada y la gente todavía va a carecer de libertad de movimientos.
Y como el confinamiento me pilló en pleno periodo de promoción, he decidido ampliarlo. Por esta razón, he decidido crear un blog único para mantenerme ocupado estos días, y estoy migrando las reseñas más vistas de mis otros blogs a este, porque me he quedado atascado en la fase de promoción de manera indefinida. Y tampoco tengo demasiadas ganas de escribir sobre otra cosa, trabajar en una nueva historia. Estoy tan contaminado de tanta información sobre el virus hijo**a, que no tardaría en aparecer en la trama una epidemia, o algún que otro patógeno dañino.
En cuanto a mí, tengo que confesar que experimenté un par de ataques de hipocondría a la primera semana del inicio del confinamiento por el estado de alarma. Es decir, unos catorce días después de haber asistido a la presentación de Diego QS (tiempo que corresponde con el periodo de incubación del Covid-19).
Sentía una presión en el pecho, que crecía y crecía. Pensé que estaba a punto de tener dificultades para respirar. Así que me dirigí a mi habitación y empecé a prepararla, por si tenía que quedarme allí encerrado los siguientes veinte días.
Pero entonces eructé un par de veces y la presión en el pecho se alivió.
Falsa alarma. Eran gases. Acumulados en el esófago.

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