Los robots de Aurora y Fundación y Tierra.

Una vez se me preguntó de dónde saqué las ideas para diseñar la sociedad utópica de Hypatia-3, el planeta de origen de la protagonista de La odisea de Tashiko. He de admitir que la pregunta me pilló por sorpresa, pues muy pocas ocasiones se me formulan cuestiones tan buenas. Así que titubeé bastante a la hora de citar la obra de Isaac Asimov.
Porque la utopía descrita en mi libro está basado en los asentamientos coloniales que Asimov perfila en sus libros sobre robots, en especial, en Los robots de Aurora (o Los robots del amanecer, que así está titulado el libro que tengo en casa).
Asimov describía una sociedad en la que la gente vivía feliz, con una tasa de población controlada, los recursos esenciales al alcance de todo el mundo y sustentado por la protección y servilismo de los robots, que funcionaban siguiendo estrictamente las tres famosas leyes de la robótica. En estos aspectos, Hypatia-3 no difiere en demasía de los mundos coloniales de Asimov.


Sin embargo, a la hora de crear la sociedad de Hypatia-3, cambié cosas que me parecían molestas para desarrollar un relato de aventuras. Para empezar, en la obra de Asimov, los habitantes de los mundos exteriores están inmunodeprimidos, porque han aislado sus planetas de cualquier patógeno dañino, lo que a la larga, genera individuos con las defensas bajas, por lo que se convierten en xenófobos hipocondríacos, con miedo al extranjero que viene de la Tierra, porque es portador de enfermedades que son mortales para ellos.
Esta situación no se da en mi novela, pues los habitantes de Hypatia-3 cuentan con los beneficios de la medicina nanotecnológica, que refuerza sus sistemas inmunológicos y hace que rocen la inmortalidad. Y como comprobará la propia Tashiko durante su odisea, esa misma tecnología es codiciada por las otras sociedades humanas, lo que convierte a Tashiko y a sus compatriotas, en las ratas de laboratorio más valiosas de todo el universo conocido.
Y hay otro aspecto que he modificado. En los mundos coloniales de la obra de Asimov, el acto sexual no es más que un trámite engorroso e incómodo que hay que realizar de vez en cuando para mantener la tasa de población. En cambio, en mi libro (como se puede apreciar en la ilustración que acompaña estas líneas) existe una libertad sexual plena y absoluta. Es un tema que ya desarrollé en otra entrada que titulé con el sugerente nombre de Sexo, sexo, sexo.
En el título de la actual entrada, además de Los robots de Aurora, también menciono Fundación y Tierra. Se trata de otra novela de Asimov, que da fin a su saga de novelas de la Fundación, esos libros de ciencia ficción política. Menciono Fundación y Tierra, porque en este libro, Asimov se apartó de las intrigas políticas y psíquicas de las anteriores novelas de la Fundación, para escribir un relato más orientado a la aventura, pues sus protagonistas emprenden un viaje para buscar un antiguo planeta llamado Tierra, que es el mundo natal de todas las civilizaciones descritas en la saga de la Fundación.
Algo similar sucede en mi novela, en donde Tashiko termina por viajar al centro del universo, al sistema estelar de donde surgió toda la vida del universo.
Además, los capítulos de La odisea de Tashiko están estructurados de una manera similar al que aparece en Fundación y Tierra, que presenta una trama que está dividida por partes, cuyos títulos son los nombres de los diferentes mundos que Golan Trevize y compañía visitan en su travesía hacia la Tierra. En mi libro, las distintas partes están encabezadas por nombres de planetas y de naves espaciales.
No quiero terminar esta entrada comentando cómo hizo Asimov para enlazar sus dos sagas literarias con estas dos novelas. En Los robots de Aurora, se cuenta los orígenes de la psicohistoria, que es la ciencia social que rige la trama en las novelas de la Fundación. Y en Fundación y Tierra, al final de su viaje, la tripulación de la Lone Star se encuentra con el último robot que existe. Y lo hacen después de haber visitado varios mundos coloniales que aparecen en los libros de la saga robótica.


Por mi parte, a mí también me gustaría escribir una saga. Pero como ya dije tantas veces antes, no escribiré una novela seriada, hasta que venda un bestseller.

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