El portador asintomático.

Corrían los primeros años del siglo XX, cuando una extraña epidemia se empezó a desarrollar en el estado de Nueva York. Surgían brotes de fiebre tifoidea en algunas casas.
La fiebre tifoidea es una enfermedad que normalmente se da en lugares que carecen de altos niveles de higiene. Se caracteriza por producir fiebres, diarreas y, si no se trata a tiempo, la muerte. Es generada por un patógeno intestinal que, para infectar, tiene que ser ingerido en la comida del paciente, o con un beso de tornillo.
Ahora bien, estos brotes llamaban la atención porque no se estaban dando en casas de gente pobre, pues eran más comunes en este tipo de hogares. Estos brotes alarmaron porque se producían en casas de gente de clase alta, de la que que podían pagarse una cohorte de criados para el mantenimiento del hogar.
Ante esta serie de brotes, la familia de una de las víctimas mortales de esta enfermedad, contrató los servicios de George Soper, un ingeniero especializado en sanidad, para que descubriera cuál era el origen de estos fallecimientos. Soper realizó una tarea de detective, algo que muchos epidemiólogos hacen hoy en día para establecer cómo se han sucedido las cadenas de contagio. Investigó a las familias afectadas por los brotes, encontrando que no había nada que las vinculaba unas a otras...
Nada, excepto un nombre; Mary Mallon, una criada que había cocinado para todas las familias afectadas. Soper también comprobó que las fechas también coincidían. Cada vez que una familia moría por fiebre tifoidea, Mary Mallon se mudaba a otra casa para cocinar. Y en el nuevo puesto de trabajo, no tardaba en producirse un nuevo brote, con más muertes. Entonces, Mary se trasladaba a otra casa para cocinar... Y el ciclo se volvía a repetir.
Mary Mallon estaba trabajando en una casa de Park Avenue cuando George Soper se presentó ante ella. El ingeniero metido a epidemiólogo estaba asombrando cuando la vio. La tal Mary era una mujer completamente sana. No presentaba ninguno de los síntomas de la fiebre tifoidea. De hecho, cuando Soper se identificó, explicando por qué estaba ahí, que estaba investigando los anteriores brotes de tifus, y le pidió una muestra de heces, Mary reaccionó con ira. Le amenazó con un afilado cubierto y le ordenó a gritos que se fuera de allí.
Pero el paciente asintomático ya se había descubierto. En esa época, primera década del siglo XX, se desconocía este termino. No se concebía la idea de que una persona pueda ser portadora de un patógeno sin padecer la enfermedad que éste produce. Pero las investigaciones de Soper no dejaban lugar a dudas, a pesar de que no pudo obtener al instante las muestras de heces, para verificar la presencia del patógeno del tifus en ellas.
Tras este primer encuentro, el ciclo de fiebres, muertes y mudanzas prosiguió. Alertadas por las investigaciones de Soper, y desesperadas por la alarma social creada, las autoridades de Nueva York decidieron tomar medidas en este asunto. Fueron tajantes y confinaron a Mary Mallon en las instalaciones de aislamiento de North Brother Island.
Desde allí, Mary Mallon empezó a luchar para recuperar su libertad. Alegaba que era injusto tratarla así, cuando ella no había hecho nada malo. Su caso fue ampliamente cubierto por los medios de comunicación de la época. Gracias a este seguimiento, Mary pudo emprender acciones legales que terminaron por liberarle. No obstante, a partir de entonces se la conocía como María Tifoidea.
Y una vez liberada, nuevos brotes no tardaron en surgir. Porque aunque intentó trabajar en una lavandería, tuvo que volver a su especialidad. Volvió a cocinar en casas, teniendo que mudarse cada vez que las familias de sus jefes enfermaban y morían. Incluso llegó a trabajar en la cocina de un hospital.
Esto último fue la gota que colmó el vaso. Las autoridades de Nueva York volvieron a actuar y la confinaron de nuevo en North Brother Island. Y en esta ocasión, no hubo piedad para ella, ni ninguna campaña que generase simpatía hacia ella. Mary fue confinada de por vida, hasta que un infarto se la llevó de este mundo a los 69 años de edad.
Nunca tuvo fiebre tifoidea.

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