Ivanhoe y El prisionero de Zenda.

Fue el año pasado, cuando redacté varias entradas en las que hablaba sobre otras tantas obras de literatura clásica de aventuras. En esta entrada hablo de Ivanhoe y de El prisionero de Zenda.


Leyendo Ivanhoe, no pude evitar acordarme de la primera novela que he publicado. Con razón, Daniel, alias Canichu, mi contacto en Alcalá de Henares, dijo que El Heraldo del Caos le recordaba a una obra de caballería. En ambas novelas, el racismo y la xenofobia marcan la trama, el desarrollo de la historia y el comportamiento de los personajes, incluso el de los más nobles. Y en ambas obras, un solo individuo puede marcar la diferencia. Incluso en Ivanhoe hay un personaje, Rebeca, una bondadosa chica judía, que es casi un calco de Inés Luz, la protagonista femenina de El Heraldo del Caos.


Por otro lado, está El prisionero de Zenda, una historia de raptos de reyes, dobles idénticos, conspiraciones y amores no correspondidos. Leyendo estas obras, no puedo evitar compararlas con mis propias historias, advirtiendo que hay temas que son universales y que no tienen fecha de caducidad. Así sucede con La odisea de Tashiko, donde la protagonista, a lo largo de su odisea, sufre el odio irracional, los prejuicios y la xenofobia de los demás seres humanos que habitan la galaxia. Como es una chica sexualmente activa, la tachan de furcia. Como posee nanotecnología médica corriendo por sus venas, quieren experimentar con ella para realizar ingeniería inversa. Incluso simplemente por ser mujer, teme ser víctima de las crueles maquinaciones de sociedades patriarcales y misóginas.


Pero ya estoy tirando demasiado de la manta. Mejor lean La odisea de Tashiko, escrita por Eugenio Piñeiro Mejuto y publicada por Ediciones Atlantis.

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