¿Cómo escribir literatura juvenil?

Mis obras están dirigidas a los lectores de Harry Potter que ya se han hecho adultos. Así que a pesar de que mis novelas están orientadas a lectores más bien maduros, presentan varias similitudes que tiene en común con la literatura juvenil de ciencia ficción de los últimos años.


En esta entrada pasaré a enumerarlas, centrándome en obras como Los CienLos Juegos del Hambre o El Corredor del Laberinto.


1- Los protagonistas son jóvenes. Es un requisito que casi cae de cajón. En toda obra siempre se busca la familiaridad con el consumidor. En este caso, el lector joven siempre se identificará mejor con personajes que tengan más o menos su misma edad. Además, está el tema de los cambios hormonales, los que producen sentimientos confusos, que hacen difíciles distinguir los impulsos sexuales de los amorosos. Tengan en cuenta que estas sensaciones son nuevas para el adolescente que las sufre. No sabe canalizarlas, convirtiéndose en un aliciente más para el lector joven que consume este tipo de obras. Si ve cómo estos sentimientos son gestionados por sus personajes favoritos, cómo llegan a afectar a sus tomas de decisiones, el lector puede encontrar un modelo a seguir en estas obras, que le permita gestionar sus propias reacciones hormonales.
Mención aparte merecen los idilios amorosos, que suelen complicarse con otros aspectos de la trama. No siempre, la persona de la que te enamoras, termina por ser tu pareja. En este aspecto, estas obras pueden educar, a falta de experiencia vital, al lector joven a gestionar correctamente sus relaciones amorosas.


Son cosas que ya reflejé en El Heraldo del Caos, cuando el protagonista intenta sobrellevar su atracción  amorosa no correspondida con la chica de sus sueños. Lo mismo sucede con los hermanos adolescentes de la familia de El Observador, que también pretenden llamar la atención de sus respectivos pretendientes. También pasa en La odisea de Tashiko, cuya protagonista, de 17 años y sexualmente activa, pretende seguir llevando su estilo de vida desahogada y ociosa, y continuar con las mismas en sus restantes cinco siglos de vida. Sin embargo, apenas tuve tiempo de dedicarme a ello con los resistentes de La colonia infernal. No obstante, sí hablo de ello en las relaciones afectivas y amorosas que experimentan las cuatro protagonistas de La estación de los condenados.


2- El mundo está j****o. Una característica común de las tres obras mencionadas al principio de esta entrada. Y tal vez, la más horripilante.
Y es que el lector joven actual ha crecido en un mundo tecnológico, rodeado de comodidades. De hecho, se les denomina nativos digitales, por presentar habilidades casi innatas a la hora de interactuar con ordenadores, móviles inteligentes, o cualquier otro tipo dispositivo electrónico. Y al mismo tiempo, el lector juvenil se ha criado en una incierta época de crisis económica mundial, que amenaza con volver por culpa de la actual crisis sanitaria del Covid-19. Es lógico que a estos lectores les inquiete vivir en un mundo en donde, de pronto, no hay móviles, ni redes sociales, ni ocio electrónico... Así que no es de extrañar que, en este tipo de novelas, los protagonistas tengan que desenvolverse en un mundo hostil, devastado por los pecados de sus antepasados.


En El Heraldo del Caos también sucede esta circunstancia. El protagonista, además de descubrir que el mundo en el que vive no era cómo le habían contando, se ve envuelto en un conflicto interplanetario que se está eternizando por culpa de prejuicios arraigados en ambos bandos. Se puede decir lo mismo de El Observador, cuyos personajes viven en una realidad que se parece demasiado a la que todos experimentamos en estos días de confinamiento y estado de alarma. Lo mismo sucede con La odisea de Tashiko, que una vez apartada de su burbuja de bienestar, Tashiko descubre que el universo es un lugar tan bello como cruel, en el que hay que luchar si quieres permanecer con vida. Y este concepto se agrava en La colonia infernal, en donde los resistentes, de repente, tienen que huir y esconderse de la fuerza maligna que se está apoderando del lugar en el que viven. Y en mi quinta novela, las protagonistas se horrorizan cuando descubren la verdad de La estación de los condenados.


3- Los adultos, en vez de arreglarlo, lo estropean todo aún más. ¿Qué sería de una novela juvenil sin un conflicto generacional? Continuando con la premisa descrita en el anterior apartado, en estas novelas, los miembros de las antiguas generaciones son incapaces de solucionar los problemas creados por ellos mismos o por sus antepasados. Arraigados en anticuados prejuicios o en desfasados procedimientos técnicos, no hacen más que agravar los daños en estos mundos j****os.
Así que no es de extrañar que los antagonistas principales de estas novelas sean adultos, los cuales, ya sean conscientes o inconscientes de sus actos perjudiciales, se las arreglan para fastidiar al protagonista joven, que trata de sobrevivir y abrirse paso en el mundo hostil creado por los dichosos errores de los antepasados. En estas obras, se cumple la máxima bíblica; los hijos son castigados por los pecados de sus padres.
Es un rasgo que no debe faltar, porque el lector joven ya habrá tenido discusiones de este tipo con los adultos de su entorno, cuestionándose las reglas sociales y cívicas impuestas desde tiempos inmemoriales. Además, hay que alertar al lector joven de que el mundo actual, el real, peligra por culpa del Cambio Climático y de toda la contaminación que se está vertiendo en la Tierra. Algún día, tendrán que tomar decisiones difíciles. Y más nos vale a todos que los más jóvenes empiecen a hacerse ya a la idea.


Esta situación la reflejo en El Heraldo del Caos, con la mencionada guerra eternizada entre dos bandos enquistados en sus ideas políticas. También pasa con El Observador, donde los adultos, por regla general, son incapaces de comprender a qué se están enfrentando cuando van a por el hacker protagonista. A lo que se refiere a La odisea de Tashiko, las diferencias de la protagonista con su padre no son más que la punta del iceberg. A lo largo de su viaje, Tashiko se tiene que enfrentar con personajillos miserables, que suelen ser mayores que ella, y que carecen escrúpulos a la hora de cometer terribles crímenes para poder sobrevivir en un universo hostil. En La colonia infernal, son los habitantes adultos del lugar los que terminan convirtiéndose en la principal amenaza para las vidas de los resistentes. Y sucede algo parecido con los antagonistas de La estación de los condenados, novela que escribí para estimular el pensamiento ecologista en el lector.


4- El peor enemigo está dentro del grupo. El protagonista joven no está solo. Forma parte de un grupo de jóvenes, de iguales, con los que entabla amistad. O así debería ser.
Muy a menudo, el más amigable se convierte en el peor enemigo del protagonista, en un traidor tramposo. Y suele ser por un motivo tan trivial, como el de querer mandar en el grupo. Una enemistad propia de una tribu de trogloditas, que añade más complejidad a la trama de la novela.


Esto también se puede apreciar en El Heraldo del Caos o en El Observador, donde sendos protagonistas son cuestionados por amigos y aliados a medida que se hacen más fuertes, convirtiéndose en espontáneos líderes. En La odisea de Tashiko, es la propia protagonista la que termina por desconfiar de cualquiera que intenta ayudarla. Uno de los visitantes de La colonia infernal no tarda en traicionar a sus amigos para unirse al horrible grupo que domina el lugar. Y en La estación de los condenados, surgen irritantes rencillas entre dos de las protagonistas a medida que la trama se va desarrollando.


5- El protagonista termina siendo más fuerte. Esto viene heredado por la obra de J. R. R. Tolkien. Al final de la historia, el protagonista, una vez que ha superado todos los peligros de su aventura, ya ha madurado, ha crecido, se ha hecho más fuerte... Porque al fin y al cabo, en esto mismo consiste la vida, en crecer y madurar. En este punto final, el protagonista joven pasa a ser adulto y, si ha tenido éxito en su aventura, será un adulto mejor que los de la anterior generación, un adulto que va a crear un nuevo mundo, más justo y solidario.


Así sucede en El Heraldo del Caos, con el protagonista de vuelta a su mundo natal y fundando una nueva familia después de haber cambiado (a mejor) el sistema social en el que se había criado. En El Observador, son todos los personajes que llegan  vivos al final de la novela, los que experimentan una especie expansión mental y espiritual, cuando por fin localizan al hacker protagonista. Precisamente, esto mismo era lo que pretendía plasmar cuando escribí La odisea de Tashiko; describir cómo una niña pija e inútil se convierte, a lo largo de una aventura, en una heroína de acción. Sucede lo mismo con los sufridos supervivientes de La colonia infernal. Y también pasa con las cuatro protagonistas de La estación de los condenados, que se vuelven más sabias después de todas las peripecias vividas.

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