La gripe del 18 y el Covid-19.

Es una pregunta recurrente: ¿Por qué escribes ciencia ficción?
Y nunca sé qué contestar. Es una pregunta muy buena, pero difícil de responder. Se podría afirmar que escribo para sacar afuera todos mis demonios y todas las ideas que genero. O simplemente, para entretenerme. Pero hoy, viernes 13 de marzo del 2020, me he estado dando cuenta de que mi afición por este género me ha preparado para afrontar la actual emergencia sanitaria que está azotando Europa.
¿O acaso ustedes no se han sentido, durante las últimas semanas, como si estuvieran dentro de una novela de ciencia ficción?
Y lo más curioso es que llevo toda la vida esperando que me sucediese algo así, ser el protagonista de una de mis historias. Pero la cruda realidad se impone, y en vez de hacerme amigo de robots o de contactar con alienígenas, me veo cancelando la presentación de mi quinta novela, por culpa de la dichosa pandemia del Covid-19.
Será cierto lo de que hay que tener cuidado con lo que se desea, porque se te puede conceder.
He de confesar que mi afición a este género me daba razones para estar tranquilo ante esta amenaza invisible. Porque ya había visto o leído sobre situaciones mucho peores, del estilo de mantener las Islas Británicas en cuarentena, de que fallezca el 99,9% de la población mundial, de que un titán al otro lado del universo chasquee los dedos haciendo desaparecer a la mitad de la población del cosmos, o del consabido y manido apocalipsis zombi. Estamos ante una enfermedad poco vistosa, en términos cinematográficos. Así que a ningún guionista o escritor se le habría ocurrido redactar una historia como la que estamos viviendo ahora, en este fin de semana en que se llama a la población a mantenernos encerrados en casa. De hecho, ya llevo un par de meses así, y ya echo de menos poder pasear en bicicleta por mi querida Compostela.
Es cierto que soy un friki, y por lo tanto, soy un ser asocial que goza de una tolerancia muy alta a la soledad y al aislamiento. Pero si puedo aguantar un par de meses más así, sin salir de paseo con mi bici, cualquiera puede. Porque no lo duden. Yo no soy el protagonista de la historia de ciencia ficción del Covid-19; lo somos todos, que por culpa de la falta de sintomatología de los infectados por este patógeno, toda la población ha adquirido un incómodo complejo de María Tifoidea. Ya saben, esa cocinera-criada irlandesa, que pasó sus últimos años de vida confinada y apartada de la sociedad, porque había contagiado fiebres tifoideas a las familias de sus sucesivos jefes.
Pero podemos estar tranquilos, porque no nos va a pasar lo mismo que a ella. Para empezar, por fin, sabemos limpiarnos las manos (¿O parece que antes no sabíamos limpiarnos las manos?). Ya lo sé, es una medida muy básica, pero es una buena costumbre que si la propia María Tifoidea hubiera aplicado en su día, no habría dejado un rastro de muertos allí por donde ella servía y preparaba la comida.
Cuando empezaron a llegar las primeras noticias desde Wuhan, enseguida me acordé de la tan temida Gripe del 18, también denominada Gripe Española. Fue una pandemia que se extendió por el mundo a raíz de la Primera Guerra Mundial. Cuando me enteré en la facultad de Biología de la existencia de esta enfermedad, me dijeron que este tipo de gripes tan virulentas aparecían en ciclos de 80 años. Así que los epidemiólogos, que saben de estas cosas mucho más que yo, se ponen en alerta ante cualquier brote infeccioso que surja. De hecho, pensé que habían conjurado el retorno de la gripe del 18 cuando consiguieron frenar la Gripe Aviar.
Así que cuando vi que se estaban poniendo medidas en China para evitar la expansión de este nuevo organismo, creí que los expertos de la OMS estaban volviendo a impedir la vuelta de la Gripe del 18, o de otra epidemia tan letal. Pero este nuevo coronavirus tiene una cualidad que le hace especialmente peligroso. Y es su capacidad para pasar desapercibido. Casi todos los contagiados carecen de sintomatología, o es muy leve. Da la impresión de que este hijo de p**a es una especie de espía, que salta de cuerpo a cuerpo, hasta alcanzar su objetivo; las personas mayores que presentan patologías respiratorias o están inmunodeprimidos. Por este motivo, se ha expandido por todo el mundo, viajando en hombres de negocios y turistas, usando a los aviones como vectores de transmisión.
Y lo peor de todo, es que este monstruo, sin llegar a ser tan grave como la mencionada Gripe del 18, logra colapsar nuestros hospitales. Y de ahí, las medidas del estado de alerta que se están poniendo en práctica en estas mismos momentos, en los que estoy escribiendo estas líneas.
Porque ése era el verdadero objetivo de los profesionales de la sanidad.
A lo mejor, si ciertos mandatarios en el pasado, no se les hubiera dado por realizar recortes en la Seguridad Social, no estaríamos hoy en día viviendo en un país tomado por este coronavirus facha. Y lo llamo facha, porque se carga a los pensionistas, cierra los colegios, cancela los eventos culturales y pone al ejército en la calle.
Y si estamos ahora así, no puedo evitar preguntarme que pasará cuando, por culpa del cambio climático, aparezcan epidemias de malaria o dengue en la costa mediterránea de Europa...
Pero en fin. Ahora mismo, estamos todos llamados a ser unos frikis forzosos con complejo de María Tifoidea. Y si así, conseguimos evitar que los hospitales se colapsen, bienvenidas sean estas medidas.


Y lo digo yo, que soy un escritor que tuvo que cancelar la presentación de La estación de los condenados, mi quinto libro, pues tengo unos cuantos parientes que están en primera línea de fuego, trabajando en los hospitales.

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