El miedo y el Covid-19.

Lo reconozco. No soy un experto virólogo. De hecho, no me especialicé en microbiología, durante mi carrera de Biología, porque soy demasiado paranoico como para trabajar con organismos que no puedo ver a simple vista, y que además, pueden matarte cuando te descuidas.
No obstante, sí sé meter miedo a los lectores con mis novelas, para atraparlos en sus tramas Y quizá se me da tan bien, porque conozco la fisiología del miedo, un fenómeno que en estos momentos es el mayor aliado del Covid-19.
Porque el miedo es un impulso vital heredado por nuestros antepasados trogloditas. En términos de tiempo geológico, no hace mucho que vivíamos refugiados en cuevas, con miedo de salir afuera, porque cualquier cosa que había en el exterior podía matarnos.


Cuando un ser humano, o cualquier otro animal, se ve amenazado, entra en alerta, o en situación de stress. Se produce entonces una serie de reacciones fisiológicas que prepara al organismo para tomar decisiones acertadas. Para empezar, las glándulas suprarrenales segregan adrenalina, que se dispersa por el torrente sanguíneo. Esta sustancia aumenta las frecuencias cardíaca y respiratoria, para asegurar la oxigenación de los diferentes tejidos, incluyendo el cerebro, que en cuestión de milésimas de segundo, tiene que tomar la decisión apropiada ante la amenaza detectada. Asimismo, sube el número de plaquetas, en previsión de cerrar posibles heridas sufridas... Es todo un proceso que convierte al ser humano, durante unos cortos pero valiosos segundos, en un ser casi invencible y plenamente preparado para enfrentarse con la amenaza detectada.
Ahora bien, si la amenaza detectada consiste en un depredador al acecho, la situación de stress o alerta es beneficiosa y más que recomendable; porque habrá que huir, escapar, poner tierra de por medio y, en última instancia, luchar contra el mencionado depredador, para evitar ser cazados y devorados.
Pero esta situación de stress es inútil cuando le sucede a un oficinista cuya amenaza detectada es no llegar a fin de mes, o que vaya a ser despedido si no hace bien su trabajo. Y sucede tres cuartos de los mismo cuando la amenaza detectada es un microorganismo patógeno. Que además, se trata de un virus, que ni siquiera es un ser vivo.
Porque yo soy de esos licenciados que piensan que los virus no son seres vivos. Los seres vivos se caracterizan porque se relacionan, se nutren y se reproducen. Los virus solamente se reproducen, y lo hacen fatal. Se ven obligados a parasitar una célula para valerse de las enzimas del organismo infectado, en concreto, de las enzimas dedicadas a la replicación génica. Lo que no estaría mal, si no fuera porque a veces, el virus se comporta como un patógeno, replicándose en el interior de la célula infectada hasta reventarla. Es entonces cuando aparece la enfermedad...
Pero volvamos al tema del miedo, que es en lo que soy experto.
Como ya dije antes, en términos de tiempo geológico, hace poco que los humanos vivíamos en cuevas. Por lo tanto, todavía gestionamos el miedo de igual manera, o no se sabe hacer de otra forma. Y por esta razón, estamos siendo testigos en estos días, cuando no participamos de ellos, de fenómenos irracionales ante la presencia de la actual amenaza invisible. Hablo de fenómenos del tipo de vaciar la estanterías del supermercado, o de mudarse a otra localidad ante el anuncio de cierre de ciudades. Y ojo, que tampoco digo que hay que ignorar al miedo. Porque es lo que les pasa a estos individuos que se saltan el toque de queda, porque pensarán que el Covid-19 es poco menos que un invento, o una ficción, creada por las autoridades para tenernos a todos controlados.
Y por este motivo, a pesar de que ya estamos en estado de alarma, el miedo sigue siendo el mayor aliado del Covid-19 para producir más contagios. Por un lado, hay gente que decide huir, lo que le lleva a evadirse fuera de las ciudades. Y por el otro, se opta por la lucha, lo que hace que la gente acapare productos que creen que son básicos, o se revele ante los consejos de las autoridades. Así que, a lo que se refiere a los que no estamos enfermos por este nuevo patógeno, además de tener el deber de cortar las cadenas de contagios, también tenemos que controlar el miedo, porque nos hará tomar decisiones irracionales o equivocadas.
Y por último, un consejo para no dejarse llevar por el miedo. En vez de hiperventilar, hay que respirar profundamente; parece una tontería, pero funciona.


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