Reseña "Ze".
¡Bienvenido, intrépido lector y explorador de fantasías medievales, a Dhumbria! Es la tierra del oeste, la región en donde se desarrolla el drama épico narrado en Ze, Hielo y Viento, escrito por Francisco Narla y publicado por Giralbo. Se trata de la primera incursión al género de fantasía medieval de un autor especializado en literatura histórica.
Adéntrate en Dhumbria, empezando por su vieja capital, Dhum, en donde el líder de la nación, denominado el nordés, gobierna desde el antiguo castro, a la sombra de la torre del reloj; un viejo ingenio que evidencia, junto con otras ruinas industriales dispersadas por Dhumbria, el pasado steampunk de este mundo. Atrévete a adentrarte en su laberinto de catacumbas, plagado de oscuros secretos y cámaras prohibidas selladas con poderosos hechizos. O gánate la vida como pescador, pues Dhum es una ciudad pesquera, cuyos hombres se tatúan sus hazañas en la piel; pero recuerda, su cementerio está lleno de mujeres y niños, porque los hombres mueren en el mar.
Con su costa occidental de accidentado relieve bañado por el mar, Dhumbria se extiende hasta el norte, en donde las Montañas Azules se encuentran con los hielos perpetuos de las congeladas tierras boreales. Hacia el sur, la región se extiende hasta las tierras fértiles, bañadas por los ríos que bajan del extremo sureño de las Montañas Azules, en donde se asienta una guarnición fronteriza. Las Montañas Azules forman un cordillera que delimita las tierras costeras y fértiles de Dhumbria. Su color es debido a una exótica sustancia que segregan sus árboles de ferro, uno de los muchos organismos únicos que puedes encontrar en este mundo.
Entre Dhum y las tierras fértiles del sur, apartado del Camino Viejo que recorre la costa, se extiende los Bosques de Rexos hasta las Montañas Azules. ¡Pobre del insensato viajero que se atreva a aventurarse en esta fraga! Porque puede ser apresado por espectros, almas en pena que deambulan tras la puesta de sol, para llevarse con ellos la vida de cualquier desdichado que vague por esas tierras.
Y a la falda de las Montañas Azules, en el mencionado bosque, podrás hallar la entrada a las cuevas y antigua mina de Rexos, otro recordatorio más del pasado steampunk de Dhumbria. Ten cuidado si penetras en las entrañas de la tierra por este paso, porque corre el rumor de que allí abajo habita un terrible monstruo, araña con forma de mujer, o mujer con forma de araña, la cual, despechada por un antiguo amor, ha adoptado la costumbre de devorar a los intrusos que osen perturbar su plutónica morada.
Pero la región de Dhumbria no termina aquí, pues se extiende al este, más allá de las Montañas Azules, con un paraje arenoso y plagado de dunas, llamado el desierto blanco. Antaño, desde el imponente Paso de los Gigantes, también situado en las Montañas Azules, partían cientos de peregrinos para cruzar el desierto y acceder al Santuario Blanco, un antiguo templo rodeado de un titánico laberinto circular, en cuyo centro se yergue una torre coronada por un gran cristal de cuarzo que refleja la luz del sol y la proyecta a varias superficies reflectantes para iluminar todo el lugar durante el día. Quizá sea otro vestigio de su pasado steampunk, una central solar reconvertida en un lugar de culto religioso, un recuerdo de cuando el desierto blanco había sido una extensión verde y productiva, pero que fue deforestada por los antiguos reyes industriales.
Y al norte del desierto blanco, impera una zona pantanosa, los Juncales, un infecto enclave y actual refugio de los proscritos de Dhumbria.
Cabría pensar que nos hallamos ante un mundo futuro maquillado de fantasía medieval. Pero el mundo en donde se localiza Dhumbria no es la Tierra. Lo denota un fenómeno astronómico íntimamente ligado a su sistema político.
Porque cada treinta años, sobre el castro de Dhum, se produce un eclipse de sol. Es en ese momento cuando los candidatos a nuevo nordés se presentan en un acto llamado ordalía. Si los candidatos, o remeros, pasan las pruebas de la ordalía, podrán participar en una competición deportiva, junto con un timonel, que tendrá lugar en la primera luna llena que se manifieste tras la primera nevada del invierno siguiente. La prueba consiste en navegar por la costa, desde Dhum hasta las gélidas tierras del norte, y adentrarse en el territorio congelado hasta alcanzar el pozo de hielo, una brecha geológica de origen magmático, en donde tendrán que extraer un roca de hielo. El primer competidor que retorne a Dhum con una roca de hielo en su poder obtendrá el puesto de líder de Dhumbríia y será el nuevo nordés.
Se trata de una prueba deportiva muy dura. Además de remar, saber manejar los catavientos que hacen de velas, y navegar guiados por las estrellas, los remeros y sus respectivos timoneles tendrán que vérselas con ataques de marrajos (unos escualos que merodean en los mares del norte), el frío extremo de las tierras congeladas y la quebradiza estructura geológica de la falla térmica de donde ha de extraerse las rocas de hielo. Sí, es una prueba muy dura, pero sirve para dilucidar quién es el nuevo nordés, líder de Dhumbria durante, al menos, los siguientes treinta años, cuando se produzca un nuevo eclipse de sol.
Estamos pues, ante una meritocracia, la cual, en teoría, es mucho mejor que las antiguas monarquías de esa misteriosa era steampunk. El nuevo líder no es un heredero mimado y corrupto, que adquiere el rango de jefe de Estado por derechos de sangre o por su rancio linaje, que ya hace mucho tiempo que ha dejado de ser noble. El nuevo líder es alguien que ha demostrado su valía con una regata tan dura, ganándose el título de nordés y que, por lo tanto, se le reconoce como apto para gobernar sobre sus conciudadanos. Así es la ley de Dhumbria, y todos han de acogerse a ella.
Pero, como todos los sistemas políticos, una meritocracia también se puede corromper. De hecho, de no ser así, ahora no estaría hablando de este libro, que empieza en la mañana de una nueva ordalía, después de treinta años del mandato del infame Xallas, el actual nordés, que gobierna esta meritocracia con mano de hierro, igual que un despiadado y egoísta tirano.
En este mundo vive Ze, el remero, el que perdió la anterior regata, ganada por Xallas. Y así empieza esta historia, con Ze visitando por última vez la tumba de su amada, una víctima más de los desmanes del actual nordés. Ze se presenta a la nueva ordalía. Es el único que se atreve combatir en una nueva regata. Pero no para ser el nuevo nordés, ni para destronar a Xallas, ni por vengarse de lo sucedido en la anterior regata... Ze participa para defender el recuerdo de su amada y evitar que su nombre sea borrado de la Historia de Dhumbria, cosa que sucederá si Xallas vuelve a ser nordés durante los siguientes treinta años.
Como suele pasar en este tipo de relatos, Ze no está solo en este periplo, que abarca desde el momento del eclipse solar, hasta la conclusión de la regata. Le acompaña una galería de peculiares y pintorescos personajes, muchos de los cuales se van añadiendo a Ze a medida que prosigue su viaje de supervivencia. Así pues, está Niobel, mejor amigo de Ze y antiguo pescador que se metió a tabernero después de haber perdido una mano. Está Inaiz, una fiel hembra de tuso de pelaje blanco, una criatura fantástica de estas tierras con un poco de oso, otro poco de zorro y mucho de lobo. Mondeo, un pequeño trasgo, cuyas sigilosas habilidades resultan útiles a Ze para informarse de lo que sucede en tierras lejanas. También está Aldair, una misteriosa montaraz que se une a Ze, porque quiere vengar el destierro de su padre, ordenado por el nordés Xallas. Y al frade Valdriz, cuya mística aportación resulta ser de vital importancia para muchos momentos claves de este libro.
¿Conseguirá Ze ganar la regata? ¿Podrá proteger la memoria de su difunta esposa? ¿Logrará Xallas perpetuarse en el poder? ¿O cuáles son las verdaderas intenciones de Aldair? Las respuestas a estas, y otras muchas preguntas, las encontrará leyendo Ze, Hielo y Viento, escrito por Francisco Narla y publicado por Giralbo.
Y finalizo la presente entrada con el tema High C's, de Two Steps From Hell, que viene muy bien para ambientar los momentos más épicos de este libro (de hecho, la canción podría rebautizarse como High Ze).
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