Mis historias de amor.

 Si escribes ciencia ficción, no escribes historias de amor. Más o menos, es lo que me dijeron en una de mis entrevistas radiofónicas.

Pero no estoy de acuerdo. Escribir ciencia ficción me permite tocar temas de otros géneros literarios. Un ejemplo de ello es mi primera novela, El Heraldo del Caos, en donde la épica trama arranca en el momento escenificado en la siguiente ilustración:



Y es que todo lo que hace Telecus Moscagua, protagonista de El Heraldo del Caos, es por amor hacia Inés Luz. Todos sus actos están motivados por el afecto que experimenta hacia ella, a pesar de que no es correspondido. Cualquiera que lea esta novela se puede percatar de ello.


Pero la relación de Telecus e Inés no es la única historia de amor que he escrito. En El Observador, mi segunda novela, al haber un reparto coral, describo varias historias de amor.



De entre todas ellas, destaco la relación entre Josefina y Manuel, los progenitores de la familia mezclada que protagoniza uno de los principales hilos argumentales de la novela. Se han casado y unido sus familias movidos por el amor, casi sin pensar y de manera precipitada. Empezaron una vida juntos, sin advertir que cada uno de los dos guarda un secreto vergonzoso al otro. Ella fue una dama de compañía de lujo, un trabajo de donde habían salido sus tres hijos, los tres frutos de sendas relaciones afectivas que Josefina había entablado con distintos clientes. Él es un exalcohólico que pegaba y maltrataba a su anterior esposa.

Ambos guardan esos secretos vergonzosos, sin advertir que al hacerlo, ponen en peligro el actual matrimonio. El Observador se da cuenta de ello, y por eso, les envía mensajes de texto, con delatores archivos adjuntos incluidos, para que se confiesen a su cónyuge.

No obstante, Josefina y Manuel no son más que humanos temerosos y asustadizos. Ante ese mensaje, que toman como una amenaza, en lugar de confesarse, deciden cerrarse aún más, a pesar de los buenos consejos que les dan las personas que les rodean. A lo largo de la novela, fingen que nada pasa, hasta que empiezan a sospechar que es el otro el que está guardando un secreto. Ante la perspectiva de ser unos cornudos, el matrimonio se pone en peligro.

Hasta que, hacia el final de la novela, El Observador los encierra dentro de un ascensor, para forzar el diálogo entre ellos. Lo que dará lugar a una de las escenas románticas más bonitas que he escrito... Pero ya estoy tirando demasiado de la manta.

En mi tercera novela, La odisea de Tashiko, también he conseguido colar otra historia de amor entre las muchas peripecias que vive la protagonista.



A pesar de que Tashiko es una mujer sexualmente activa, no conoce el amor, el de verdad, hasta que por fin se encuentra con Mace Raiser, aventurero y buscador de tesoros. En gran parte, es debido a que Mace no está interesada en Tashiko en el terreno sexual, sino en los conocimientos lingüísticos que la protagonista ha ido recopilando a lo largo de su odisea. Y encima Mace ya estaba emparejado con Cinea, una ginoide de compañía reconvertida en socia. Entre el asco que le da a Tashiko que un hombre esté emparejado con una muñeca robótica, y los celos que le provoca la falta de química sexual entre ambos, Tashiko se enamora de verdad en toda su vida, del rudo y estoico aventurero. Es una relación seria, que como tal, necesita su tiempo para madurar...

A pesar de ser un relato de terror, también logré colar una historia de amor en mi cuarta novela, La colonia infernal.



Augusto Lockchip y Sakura Yamamoto son matrimonio e ingenieros de la Wegener, la nave que aterriza en la susodicha colonia. Repitiendo algo parecido que hice con Josefina en El Observador y con Tashiko en mi tercera novela, es Sakura la que guarda un vergonzoso secreto, que lo esconde porque cree que Augusto la repudiaría si se entera de ello. No obstante, los dantescos sucesos acaecidos en la colonia obligan a Sakura a sacar a relucir sus habilidades ocultas.

Este personaje femenino es, también, una referencia a Ninfas del Infierno, mi novela erótica que he publicado directamente en amazon en formato de e-book.

Y de nuevo, con mi quinta novela, he incluido otra historia de amor. Se trata de La estación de los condenados, una obra que era ecologista cuando empecé a escribirla, y terminó por ser también feminista.



La relación existente entre Tomoe Wing-chun y Hiro contrasta con las otras dos historias de desamor que hay entre otras dos parejas del mismo relato. Forman una matrimonio estable y amoroso, y en gran medida, es debido a que ella es una mujer fuerte e independiente, al contrario que las otros tres personajes femeninos. También hay que destacar la dedicación que Hiro procesa hacia Tomoe, que incluso se interesa por sus ciclos menstruales, lo que termina por desembocar en una de las escenas de autosacrificio más bonitas que he escrito hasta la fecha...

Así que si piensan que por ser escritor de ciencia ficción no puedo contar historias de amor, o de cualquier otra temática, que sepan ustedes que escribir ciencia ficción me permite tocar otros aspectos de la vida, como el amor, la política o la religión. Ya lo saben los lectores que ya tienen mis novelas.

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